El Alma y las Emociones

-Primera parte 1/6-

 

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Germán Bravo

Desde el punto de vista neurobiológico las emociones actúan directamente en la región límbica del cerebro (en la amígdala y el hipocampo) activando de manera inmediata el sistema endocrino, haciendo que las glándulas endocrinas actúen en el cuerpo físico, bien sea en forma de deseos, odio, rabia, rencor o alegría. Si no existe un autocontrol sobre estas emociones las mismas producirán patologías; por ejemplo, una emoción eufórica puede producir la muerte de la persona; como puede suceder en el caso que la persona se gane un premio relevante en la lotería o se emocione extremadamente por el triunfo de su equipo de fútbol; casos en los cuales se produce una alteración en las catecolaminas que pueden producir un infarto al miocardio. De allí la necesidad de la prudencia y el autocontrol.

Las últimas investigaciones de la Neurociencia han demostrado que las emociones de odio, rabia, rencor y resentimientos generalmente producen cáncer, porque convierten en ácido el pH.

Si las emociones están relacionadas con la protección y conservación de la vida (instinto en cuanto tal), las mismas son procesadas por el cerebro reptil (cerebelo)  y el sistema nervioso autonómico; es decir, no pasan por el neocórtex (cerebro racional), pero producen los mismos efectos endocrinológicos. Este también es el caso de los bebés humanos (que aún no han desarrollado el neocórtex), los cuales expresan sus emociones mediante el llanto, la alegría y el placer.

En cuanto a los animales y plantas, que también manifiestan emociones, pero como no tienen espíritu, sólo producen emociones relacionadas con el instinto. En el caso de los animales superiores, las emociones son canalizadas por sus cerebros; mientras que en los animales inferiores y las plantas, que no tienen cerebro, no obstante, biológicamente tienen un proceso equivalente.

En conclusión, el ser humano es gobernado por las pulsiones del Ello; es decir, por los instintos y el súper yo; pero el llamado a gobernar dentro de los seres humano es el súper yo o espíritu, que es el verdadero Yo.

Finalmente, como esto es un proceso dialéctico apodíctico que se sucede en el tiempo, en la primera fase el hombre es gobernado por los instintos y las pasiones y, luego, por el súper yo o espíritu, con el cual se identifica porque el súper yo o espíritu es el verdadero yo. Así lo concibió Georg Groodek cuando dijo: “Eso que llamamos nuestro yo se conduce en la vida pasivamente, y en vez de vivir es vivido por poderes ignotos e invencibles”. Pero como esta tesis de Groodek pareciera contradecir la concepción de la libertad del hombre, reiteramos que el verdadero hombre no es el yo físico, sino su espíritu o súper yo, quien, por ser una parte de “Dios”, impone su propia ley. Simplemente el hombre estaba enajenado, no dejaba actuar a su espíritu. El hombre sólo es libre cuando su espíritu o súper yo recupera el lugar que le corresponde como sujeto cognoscente y moral.

De manera que nuestro sufrimiento está en función del desconocimiento de nosotros mismos y que para conocernos a nosotros mismos, y así evitar dolor y sufrimiento, es de necesidad el conocimiento espiritual; tal como lo indicó modernamente el filósofo Lou Marinoff: “Más Platón y menos Prozac”; es decir, “más espiritualidad y menos antidepresivos” (Prozac es un fármaco que es consumido por unos 40 millones de personas en todo el mundo; está indicado para el tratamiento de los trastornos depresivos, obsesivo-compulsivos, la bulimia nerviosa y otros trastornos mentales).

En definitiva, el conocimiento espiritual es una manera eficiente para adquirir las cualidades que nos permiten controlar las emociones, tal como lo es la serenidad o, como decían los sabios griegos, la ataraxia (la imperturbabilidad del ánimo).

(Próxima entrega: El Alma y las emociones II)

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